Divagando en quehaceres necesarios, recibo la llamada, y su voz, sonriendo, exclama: “Ah!!! Tú y el Bolero de Ravel” Ella no sabe porque adoro esa obra, y menos sabe que es su presencia admirable la que me anima a escuchar.
El ritmo suave del tambor, el toque dulce de la flauta, la compañía en ascenso de las cuerdas, uniéndose a los metales que van dando vigor, mientras el tambor, manteniendo el ritmo va subiendo su sonido, las cañas aparecen, las cuerdas acompañan, mientras se preparan más cajas y metales, todos en una sola dirección , increscendo en armonía vital. Y así se van sumando todos los toques, desde el más vigoroso al más suave, mientras el tambor mantiene el ritmo cada vez con más fuerza. Cada cual con monotonía de distinto color, con un leve sabor a nostalgia, se van sumando a la fuerza apasionada del ritmo, como en éxtasis, siguen el paso seguro del tambor. Y van apareciendo los toques, los sonidos, acercándose con firmeza a los movimientos finales que explotarán en una ebullición de sentimientos estremecidos, y el tambor, eje vital, sigue firme con su voz guiando la marea que va sumando adeptos. Y cada vez más extasiados, cada cual pone su talento para el gran remate, y el tambor incólume, mantiene el ritmo. Los movimientos se van uniendo en compás cada vez más intenso, las notas surgen vitales para el clímax unísono y final, como el surgimiento de una flor en el desierto. Toda una Obra, una guía perfecta para AMAR, y, ¿qué más cerca del Paraíso si la dirige una mujer?
🙂 ❤